Hace poco visité el Museo Norman Rockwell en Stockbridge, Massachusetts.
Siempre he admirado la capacidad de Rockwell para contar verdades profundas a través de momentos humanos y silenciosos.
Pero hubo una pintura que me impactó como nunca antes.
Se llama Libertad de Vivir Sin Miedo. Una madre y un padre están arropando a sus hijos para dormir. La habitación es tranquila. La luz es tenue. Y en la mano del padre—apenas visible—hay un periódico doblado. ¿El titular? Habla de guerra. De terror en otros países. Pero los niños duermen en paz, seguros, porque sus padres han creado un mundo donde no tienen que tener miedo.
Esa imagen volvió a mí con fuerza la semana pasada—en un edificio Art Deco en South Beach.
Estaba tocando puertas. Lo he hecho durante años en mi rol como Director Ejecutivo de la Miami Design Preservation League: hablando con vecinos, escuchando sus preocupaciones. Toqué una puerta, y después de un momento, una mujer la abrió ligeramente, con la cadena aún puesta.
Me miró a los ojos y preguntó:
“¿Eres de inmigración?”
Su voz temblaba. Su cuerpo se paralizó. Tenía miedo.
No porque hubiera hecho algo malo.
Era ciudadana estadounidense. Nacida aquí. Esta era su casa.
Pero aún así—tenía miedo. Miedo de abrir la puerta. Miedo de que alguien viniera a quitarle algo. Y eso me partió el corazón.
Ese momento me recordó: la Libertad de Vivir Sin Miedo no es solo una idea que vive en museos y pinturas. Es algo que todos seguimos deseando. Y algo que muchos en nuestra comunidad aún no sienten.
Especialmente nuestros vecinos hispanos. Nuestros vecinos inmigrantes.
Incluso nuestros vecinos nacidos en Estados Unidos que hablan español en casa y temen que alguien cuestione su derecho a estar aquí.
Rockwell pintó un mundo donde los niños duermen en paz.
Pero aquí, en Miami Beach, demasiados todavía viven detrás de puertas cerradas con miedo en el corazón.
Creo que eso tiene que cambiar.
No con enojo. No con política. Sino con compasión. Con confianza. Con vecinos que se apoyan entre sí.
Porque la verdadera libertad significa sentirse seguro cuando alguien toca la puerta.
Ese es el tipo de Miami Beach que quiero ayudar a construir. Uno donde nadie tenga que sobresaltarse cuando suena el timbre. Un lugar donde la dignidad viva en cada cuadra. Donde nos cuidemos unos a otros no solo con políticas, sino con bondad y valentía.
La libertad de vivir sin miedo no es un regalo. Es un derecho.
Y juntos, podemos hacerlo realidad.
—Daniel Ciraldo
Candidato para la Comisión de la Ciudad de Miami Beach, Grupo 1
Boleta #132



